No suena el despertador porque no lo he puesto, no tiene caso. Mi cuarto es un bunker, un bunker muy bonito, pero un caja fuerte a fin de cuentas. No entra ni sale un rayo de luz, el ideal de cualquier domingo en la mañana, pero un peligro cada lunes. Últimamente abro los ojos cuando la hora ya tiene dos dígitos y solo porque la cama me escupe con pretextos fisiológicos. No me reconozco en esta persona aletargada y permanentemente cansada en la que temporalmente me he convertido. Me queda claro que las mañanas sin alarma están desahuciadas, o las mato a ellas o uno de estos días me muero yo de un episodio de aletargamiento no controlado. Quiero encontrar dentro de mi a la persona que se despertaba por que ya era de día, así de simple, así de fácil. Me pregunto si no estará dormida y si es así como despertarla. Seguramente existen problemas más relevantes que la hora a la que abrimos el ojo, a mi por ahora ninguno me convence.
2 comentarios:
te amo, amo como escribes
De a poquito los días recobran sentido...
De a poquito una encuentra la forma de resistir...
De a poquito empezamos a latir de nuevo...
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