martes, 27 de septiembre de 2011

No voy a justificarme por no escribir en casi un año, no he tenido ganas. Lo que si voy a hacer es dejarles mi twitter, con suerte les sigo cayendo bien en menos caracteres, así calmo un poco mi culpa y me vendo la idea de que sigo escribiendo.
Besos pendientes

@marinapfi

miércoles, 24 de noviembre de 2010

“Del amor y otros Demonios”



Mucho tiempo antes del leer acerca de los insomnios de Macondo y las soledades del Coronel me encontré sin querer en una biblioteca con el que es hasta el día de hoy mi libro favorito de García Márquez, “Del amor y otros demonios”. Su titulo me pareció a los trece años misterioso, casi sugerente, en retrospectiva creo que adivine en él matiz cavernoso y placenteramente tortuoso con el que ya mas madurita me he encargado de “sazonar” mis relaciones interpersonales. A pesar de que la trama llena de buenas intenciones traducidas en pésimas consecuencias me encanta (también me identifico), es el titulo de este libro el que realmente para mi cuenta una historia…

Desde el día que nos conocimos Sofía me hablo de sus demonios, demonios que fueron en su momento invencibles, traicioneros y mutantes, demonios aparentemente inmortales. Los suyos eran monstruos hechos y derechos, fantasmas dormitando a flor de piel, esperando a que bajara la guardia para convertirla en diablo, para obligarla a desandar lo andando, a hacer lo impensable. Éramos amigas, su historia plagada de infiernos no me asustaba demasiado.

Yo le hable menos de mis demonios, tal vez porque no los conozco de tan de cerca o porque siempre han sido de estrategias más sutiles, de misiones menos claras. Donde la suya ha sido una guerra de leyenda, la mía ha sido una moderna guerrilla sin cuartel.

Con cada día que pasa nos hemos ido enamorando más, ella de mis palabras y mis bromas constantes, yo de su risa fácil y la sencillez de sus formas. He dejado de imaginarme mi vida sin sus manos, su brutal honestidad, sus ojos color mostaza y su discurso atropellado. Dice un dicho sabio (como todos los dichos) que “siempre hay un roto para un descosido” y parece que con Sofía cuando yo me quedo corta a ella siempre le sobra tela de donde cortar.

Desde el principio me quedó muy claro que la manera tan natural en la que nos “complementamos” (entrecomillado para no usar un cliché así grande tajantemente) es valida para todo: para mis obsesiones y sus sobresimplificaciones, para mi aberración al volante y su complejo de Schumacher, para mi prisa y su calma. Sin embargo, no fue hasta hace poco que me di cuenta que en otro nivel, mucho más oscuro y alejado de los increíblemente cursis pensamientos compulsivos que me inspira nuestra relación, Sofía y yo también nos equilibramos. Nuestros demonios están tan hechos el uno para el otro como nuestras mentes, nuestras neurosis y nuestros corazones. Para mi masoquista Leviatán de mar de lagrimas, esta su sádico Lucifer de cuernos y trinche.

Durante meses pensé haberme arrepentido de escuchar tanto acerca de sus infiernos hechos a mano, creí que había sido una pésima idea dejar que me enseñara lo peor sin cerrar los ojos cuando había tenido tan poco tiempo para ver lo mejor. Tuve miedo de que para siempre su sus monstruos fueran nuestros fantasmas; pero la honestidad como suele hacerlo trajo sus recompensas sin prisa y ahora conocer a sus demonios tan íntimamente me da más de lo que me quita. Como dice el libro que me inspiro todos estos pensamientos endemoniadamente rebuscados “a veces atribuimos al demonio ciertas cosas que no entendemos, sin pensar que pueden ser cosas que no entendemos de Dios.” Con perdón de García Márquez, como yo no creo en el Dios inquisitorio de su historia voy a cambiar un poco su idea para decir que “a veces atribuimos al demonio ciertas cosas que no entendemos, sin pensar que pueden ser cosas que no entendemos del Amor” (con mayúscula deificante puesta a propósito).

*Y aunque el amor por su cualidad de infinito nunca termine de conocerse, conocer a tus demonios y amarte más que nunca se acerca bastante.

lunes, 24 de mayo de 2010

De pensar

Pensar y pensar y pensar de más y sobrepensarlo todo, hasta lo que me esfuerzo por no pensar. Cuando duermo, cuando como, cuando camino y cuando me lavo los dientes… pensar en exceso no es como se cree una maldición de genios, más bien después de pensarlo mucho creo que es todo lo contrario.
Alguien me decía que podía escuchar a mi mente pensando, me pregunto como se oía… tal vez nunca lo sepa. Hoy pienso que la mayor parte del tiempo se escucha como algo muy parecido a esto




un poco por la música y mucho más por el nombre de la canción
besos

sábado, 8 de mayo de 2010

Madrid vol. 3



Por tercera vez en menos de una año estoy de nuevo en Madrid. Esta vez con más tiempo, con más propósito, con más intención. Pero a pesar de todo no me sacudo una vaga sensación de “déjà vu” que no termina de convencerme… no es que sea particularmente negativa, es sólo que me recuerda que como todo en mi vida, nunca le atino a la primera.

domingo, 28 de marzo de 2010

Del perdón al olvido


Hace no mucho, leí por allí que Jorge Luis Borges, dice que el olvido es el único castigo y el único perdón. No supe si creerle. El olvido según yo implicaba la perdida del aprendizaje que necesariamente (o será idealmente) implica cualquier hecho o situación que merecían la pena ser perdonados. Muy ordenadamente, clasifique la frase y su contenido en el cajón de la poesía, completamente confiada de que sus palabras aunque fuertes, estaban vacías de razón. Pero como me gustan tanto los extremos no pensé en acomodar el pensamiento del Sr. Borges en el cajón de en medio, el de la poesía que encierra en un verso más sabiduría que los 18 volúmenes de la Enciclopedia Hispánica.

Le he estado dando infinitas vueltas a esto del perdón y me he dado cuenta con muchísima sorpresa de que nunca he perdonado nada. No es que sea particularmente rencorosa, ni que arrastre cada una de las heridas que me han hecho en una imposiblemente pesada maleta de rueditas… en realidad creo que lo que pasa es que nunca he hecho un esfuerzo conciente por perdonarle nada a nadie.
El dejar ir heridas y sus implicaciones, para mi es un proceso tan orgánico como el ciclo de vida de un chupetón (suena raro, pero según yo tiene sentido). Al principio se me ve mucho la marca, no la puedo esconder ni con tres kilos de maquillaje, una bufanda y mis mejores intenciones. Luego poco a poco me doy cuenta de que si yo pienso menos en el moretón que traigo expuesto, éste pierde importancia, puede convertirse en objeto de bromas que lo hacen menos serio y a la larga se vuelve cada vez más tenue, hasta que un día cuando me miro en el espejo la piel blanca de mi cuello ya sólo muestra los lunares de siempre y no queda más que el recuerdo ligero del chupetón que en algún momento me pareció tan grave. Tal vez este es el olvido del que habla Borges.

El perdón implica olvido, pero no un olvido amnésico de trama de telenovela o terrorífica realidad de asilo se ancianos, si no un olvido brillantemente selectivo. Para dejar ir no hay que olvidar con la cabeza, no hay que borrar los hechos y sus aprendizajes (aquí me reconcilio con mis dudas del principio), hay que olvidar con todo lo demás. A los que les tiene que dar amnesia es a los dedos que se adormecieron de tristeza, al corazón que se apretó de dolor, a la columna vertebral que se retorció con escalofríos y al estomago revuelto que acompañó cada recuerdo de la herida. Así con suerte, un día cuando la mente en uno de sus arranques masoquistas nos regrese al recuerdo de las cosas que más nos duelen, no quedaran más que los contornos del golpe en la memoria y en el cuello sólo lunares decorando la piel blanca.

jueves, 25 de febrero de 2010

De rezar (segundo intento)

Todos nos equivocamos, yo personalmente con sorprendente frecuencia. Al reeler el post que subí hace algunos días me di cuenta de que me había equivocado y como tengo muchisima practica, soy buena para enmendar mis errores, así que aquí va una versión un poco más real de lo que trate de escribir antes.

Quien no le hable casi siempre en momentos de dolor, de miedo, de soledad, cuando el corazón esta roto o los amigos no se encuentran… “que arroje la primera piedra”.
Yo no tuve nunca educación religiosa, me corrieron de catecismo por hacer demasiadas preguntas, nadie nunca me enseño a rezar, “dar la paz” me pone incomoda y nunca sé cuando pararme, cuando sentarme y cuando susurrar palabras incomprensibles a media voz en misa. Sin estructura, a tientas, pero con una convicción que me sorprende a mi misma, muchas veces me cacho hablando con él (¿o Él es más correcto? ¿y por qué no Ella? ¿o Eso? … justo por esto me corrieron meses antes de hacer la primera comunión). El punto es que a mis reclamos, inconformidades y cuestionamientos constantes él/ella/eso presta oídos sordos, lo cual me hace explotar en arranques de furia y firmes propósitos de serle fiel al profundo ateismo según el cual fui realmente educada. Pero como todos los enojos, el enojo con Dios se me pasa pronto, no porque no me siga pareciendo claramente maleducado de su parte no prestarme atención cuando según yo más lo necesito, si no porque sin querer lo encuentro en donde que menos lo busco… (disculpen de antemano la cursilería que viene) en una plática perfecta, en una mirada que lo entiende todo o en un abrazo inesperado, los cuales tienen según yo un poder para consolar y reconfortar que simplemente no puede ser completamente humano. Asumo que tengo que aceptar que así nos vamos a llevar Dios y yo, como amantes casuales, nunca esta cuando lo busco, pero siempre se aparece cuando menos me lo espero.

Besos


La canción si se las dejo, porque Regina a diferencia de mi casi nunca se equivoca

miércoles, 3 de febrero de 2010

Avi


Nos conocimos cuando yo tenia unos cuantos días de nacida y el Avi casi sesenta años, a mi me gusta pensar que desde el primer instante nos caímos bien. Además de ser la primera nieta tuve el buen tino de parecerme a él, con la nariz un poco torcida, la boca esponjosa y los ojos hiperactivos me imagino que le hice bastante gracia.
Mis primeros recuerdos con el Avi son probablemente los primeros que tengo en general, me dejaba jugar en su panza (que era según yo gigantesca), me contaba siempre el mismo cuento en las noches cuando me quedaba a dormir en su casa y me sentaba a ver el fut en sus piernas (me sorprende que después de “gol” que fue mi primera palabra, “coño” no haya sido la segunda).

Desde que tengo uso de razón mi abuelo me hizo sentir profunda y a veces hasta incómodamente especial, como si siempre hubiera visto en mi cosas que yo no podía ni imaginarme… sospecho que las veía con tal certeza que con el tiempo mi las fui creyendo. Quiero creer que a él le pasaba algo parecido, que la admiración que siempre le he tenido, aunque completamente merecida, lo hacia sentir tan especial en mi presciencia como yo me sentía en la suya.

Llevo una semana durmiendo en su estudio, que era en donde pasaba más tiempo, rodeada de sus libros y de las cosas que van sobreviviendo a las tímidas limpiezas que hace mi abuela desde hace un par de días. Lo primero en desaparecer ha sido la evidencia de su enfermedad, las jeringas, las cajas de medicinas, el aparto de oxigeno y las decenas de estudios que evidenciaban el progreso del cáncer… sin embrago puedo ver sus pantuflas azules perfectamente acomodadas dentro del closet entreabierto. Es como si ahora que no esta, tuviéramos la opción de quedarnos sólo con lo bueno y dejar ir los últimos meses en los que vimos como se iba apagando. Yo creo que a él le hubiera parecido mejor así… Asumo que con las semanas empezaremos a dejar ir todo lo demás, los papeles de su escritorio, su ropa, su lápices perfectamente afilados, las agendas que sólo él entendía, la cajita en la que desde hace años todas as semanas ponía religiosamente nuestro “jueves” (término que inventó para describir los “domingos” que se pagan en jueves)… aunque sea lo más sano, a mi en este momento la idea me parece insoportable.

No se bien que voy a hacer cuando ya no queden cosas y el recuerdo de su presencia vaya perdiendo frescura, pero mientras, más que nunca su ausencia me hace consciente de cómo lo llevo adentro y de las marcas que ha dejado en mi, que estoy segura son permanentes e imborrables. Me acompaña en mis decisiones, mis costumbres y mis manías…
de apilar los libros en el orden en que pretendo leerlos, de reírme más de mi misma que de los otros, de servirle la cuba a mi abuela con la mano izquierda porque así sabe mejor, de contar el mismo chiste veinte veces si sigue siendo chistoso, de no tomarme en serio casi nada pero tomarme muy en serio lo que si es, de complicarme sólo en las cosas sin importancia y guardar la claridad para lo que importa, de tomar jugo de naranja en las mañanas, de enorgullecerme de mi ñoñismo, de terminar cada consejo con alguna variación de la frase “pero seguro tu tomaras la mejor decisión”, de procurar buscar la palabra más precisa, de ojear todo el periódico pero leer sólo los artículos interesantes, de comer lo que más se me antoja, de parar el mundo para ver jugar al Barca, de decir lo que pienso aunque no me lo pregunten y especialmente en mis ganas de un día poder hacer sentir a la gente que quiero tan especial como él siempre me hizo sentir a mi.



..."Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."...

(Canción del pirata)