viernes, 17 de julio de 2009

Males necesarios


En esta vida hay una infinidad de males necesarios, el dentista, la pubertad, el tráfico, los aeropuertos, el ginecólogo, Dios mío el ginecólogo. A pesar de que todos ellos implican muy malos ratos (o muy malos años en el caso de la pubertad), tienen en común el hecho de servir un propósito. Evitar los dolores de muela, convertirse en adulto, llegar a donde queremos ir o asegurarnos que no nos vamos a morir de cáncer cervicouterino antes de llegar a la menopausia. De cierta manera estos males necesarios se vuelven cosas que hacemos sin pensar demasiado, sin torturarnos más de lo necesario, enfocándonos en el resultado final. Desafortunadamente también hay males que a pesar de ser necesarios no son en lo absoluto beneficiosos a largo plazo, para mi el peor de ellos por su frecuencia e intensidad (de enojo potencial), es el inevitable valet parking. En una cuidad que ralla los 9 millones de habitantes, los cuales manejan casi 4.5 millones de coches, encontrar un lugar para estacionarse en algunas zonas es igual de probable que conocer al Ratón de los Dientes, tomarse un café con Santa Claus o comerse en estofado al Conejo de Pascua. Si se quiere ir a lugares lindos a horas deseables, esta maldición disfrazada de servicio termina por convertirse en una constante. El problema no es darle las llaves de tu auto a un extraño que se comerá los chicles que guardas en la guantera, moverá los asientos y espejos, jugará arrancones en el semáforo y probablemente dejará las ventanas abiertas con la radio prendida para escuchar el partido… no ese no es el problema… lo que hace que brote la bilis y salgan las lagrimas de coraje es el hecho de que en el proceso le va a dejar su firma a tu vehiculo, la cual desgraciadamente viene en forma de profundos y muchas veces irreparables rayones.
A mi me regalaron un coche en Octubre, tiene unos 9 meses y en este tiempo los valets han logrado hacerle una serie de heridas muy curiosas: cuatro líneas paralelas en la puerta del copiloto que parecerían ser producto del zarpazo de un tigre, un pequeño hoyo en la defensa en donde según mis suposiciones fue mordido por una piraña, una abolladura en la parte de atrás en forma de casco de caballo, y la más curiosa de todas, un raspón en el marco del espejo retrovisor formado por una serie de puntitos simétricamente distribuidos que no puede provenir más que del impacto con un puercoespín enojado. Una amplia gama de pruebas de que en efecto vivimos en una jungla de asfalto… y cada vez que descubro una nueva marca en el coche, que se me empaña la vista de enojo y que siento como el jugo gástrico me quema el estomago, me pregunto si vivir aquí es realmente un mal necesario, porque los probables beneficios a largo plazo, son en el mejor de los casos sólo eso… probables.

5 comentarios:

VARONrojo dijo...

Ven a vivir a plastik city, where the grass is green and the girls are pretty!

Anónimo dijo...

I heart df!

sushi dijo...

I heart it too... me produce emoción y desesperación en cantidades igauales.

Anónimo dijo...

la verdad esto de los males necesarios, pues yo creo que es mejor que lo "bienes" innecesarios,
aquellos que se aparecen de la nada, como bajados de cielo y que mas que bendición, solo nos recuerdan que el ser humano es inconformista y masoquista! que mas incomodo que algo que nadie pidio!, un resultado que nadie busco o un tema que no querias escuchar o un beso que no querias recordar!..

Aleema dijo...

preciosa escritora de mi corazón, eres mi narradoras de historias, es maravilloso ver por escrito lo que te toca en la vida. Tu forma de hacerlo es unica y, para mi, extremadamente valiosa, despiertas en mi la risa desde lo más hondo porque me muestras una forma maravillosa de darle sentido a tus experiencias. Gracias