Desde que llegué a Madrid, cada día cuando salgo de la casa me encuentro con un promedio de tres personas ciegas (si, las conté y saque un promedio) caminando y tentando la calle experimentadamente con sus bastones. No puedo evitar sentirme un poco mal cada vez que los veo pasar, ya que he de admitir (no sin bastante pena) que me doy el lujo de observarlos con cuidado, lo cual aunque no les afecte en nada, a mi me hace sentir como si abusara de su condición, me parece que es como gritarle a un sordo a sus espaldas que habla raro.
Hoy mientras comía con mi hermana en una mesa junto a la ventana, contamos cinco en la media hora que nos tomo aspirar los dos platos de pseudo comida mexicana que una mesera raquítica nos puso enfrente. Cada uno era diferente al anterior (los ciegos no los platos), había hombres y mujeres, algunos iban vestidos a la moda, otros no, unos caminaban con pasos cortos y rápidos, otros a zancadas, la mayoría llevaban lentes oscuros, pero dos de ellos tenían los ojos completamente abiertos, como si en lugar de no ver nada lo vieran todo… la mayoría sonreía. A pesar del entretenimiento que su (según yo) coincidente desfile me proporcionaba, después ver pasar al tercero a mi me empezó a entrar bastante paranoia, probablemente producto de la lectura de los miedos creativamente canalizados de Saramago.
Durante unos minutos jugué con la idea de una ceguera epidémica... de quedarme sorpresiva, fulminante e irremediablemente ciega… termine aterrorizada.
Un rato más tarde llegó Sofía, ella lleva aquí ya unos meses, me contó que al principio pensó que Madrid era una “cuidad de ciegos”, a mi eso me sonó muy poético… hasta que se enteró que a la vuelta de la esquina esta la O.N.C.E., Organización Nacional de Ciegos Españoles. Me dio tristeza escuchar una explicación lógica para las procesiones de invidentes de Chueca, no porque me no me gusté la idea de que exista tal asociación, sino porque “cuidad de ciegos” es la primera frase poética que escucho desde hace semanas y me dio pena perderla… y es que tal vez soy muy ciega, pero nunca he podido ver poesía en la razón.
Besos