Nos conocimos cuando yo tenia unos cuantos días de nacida y el Avi casi sesenta años, a mi me gusta pensar que desde el primer instante nos caímos bien. Además de ser la primera nieta tuve el buen tino de parecerme a él, con la nariz un poco torcida, la boca esponjosa y los ojos hiperactivos me imagino que le hice bastante gracia.
Mis primeros recuerdos con el Avi son probablemente los primeros que tengo en general, me dejaba jugar en su panza (que era según yo gigantesca), me contaba siempre el mismo cuento en las noches cuando me quedaba a dormir en su casa y me sentaba a ver el fut en sus piernas (me sorprende que después de “gol” que fue mi primera palabra, “coño” no haya sido la segunda).
Desde que tengo uso de razón mi abuelo me hizo sentir profunda y a veces hasta incómodamente especial, como si siempre hubiera visto en mi cosas que yo no podía ni imaginarme… sospecho que las veía con tal certeza que con el tiempo mi las fui creyendo. Quiero creer que a él le pasaba algo parecido, que la admiración que siempre le he tenido, aunque completamente merecida, lo hacia sentir tan especial en mi presciencia como yo me sentía en la suya.
Llevo una semana durmiendo en su estudio, que era en donde pasaba más tiempo, rodeada de sus libros y de las cosas que van sobreviviendo a las tímidas limpiezas que hace mi abuela desde hace un par de días. Lo primero en desaparecer ha sido la evidencia de su enfermedad, las jeringas, las cajas de medicinas, el aparto de oxigeno y las decenas de estudios que evidenciaban el progreso del cáncer… sin embrago puedo ver sus pantuflas azules perfectamente acomodadas dentro del closet entreabierto. Es como si ahora que no esta, tuviéramos la opción de quedarnos sólo con lo bueno y dejar ir los últimos meses en los que vimos como se iba apagando. Yo creo que a él le hubiera parecido mejor así… Asumo que con las semanas empezaremos a dejar ir todo lo demás, los papeles de su escritorio, su ropa, su lápices perfectamente afilados, las agendas que sólo él entendía, la cajita en la que desde hace años todas as semanas ponía religiosamente nuestro “jueves” (término que inventó para describir los “domingos” que se pagan en jueves)… aunque sea lo más sano, a mi en este momento la idea me parece insoportable.
No se bien que voy a hacer cuando ya no queden cosas y el recuerdo de su presencia vaya perdiendo frescura, pero mientras, más que nunca su ausencia me hace consciente de cómo lo llevo adentro y de las marcas que ha dejado en mi, que estoy segura son permanentes e imborrables. Me acompaña en mis decisiones, mis costumbres y mis manías…
de apilar los libros en el orden en que pretendo leerlos, de reírme más de mi misma que de los otros, de servirle la cuba a mi abuela con la mano izquierda porque así sabe mejor, de contar el mismo chiste veinte veces si sigue siendo chistoso, de no tomarme en serio casi nada pero tomarme muy en serio lo que si es, de complicarme sólo en las cosas sin importancia y guardar la claridad para lo que importa, de tomar jugo de naranja en las mañanas, de enorgullecerme de mi ñoñismo, de terminar cada consejo con alguna variación de la frase “pero seguro tu tomaras la mejor decisión”, de procurar buscar la palabra más precisa, de ojear todo el periódico pero leer sólo los artículos interesantes, de comer lo que más se me antoja, de parar el mundo para ver jugar al Barca, de decir lo que pienso aunque no me lo pregunten y especialmente en mis ganas de un día poder hacer sentir a la gente que quiero tan especial como él siempre me hizo sentir a mi.
..."Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."...
(Canción del pirata)