A todos nos gusta creer que los afectos, dados y recibidos son constantes y seguros. Nos convencemos de que estamos presentes para el otro y nos reconfortamos con la idea de que el otro está siempre allí para nosotros. Pero en estos días se me ha vuelto evidente que como cualquier otro absoluto ese “siempre” es simplemente imposible. En un momento en que el tiempo enflaca y las energías se me ponen tacañas, mi posibilidad de estar allí para el otro está “sujeta a disponibilidad”, me alcanza solo hasta donde den las fuerzas y se estiren los minutos. Cada vez que ignoro el celular o cambio de camino para no encontrarme a nadie, termino topándome de frente con la culpa de no ser constante y con el miedo de que cuando yo quiera ya nadie va a estar.
1 comentario:
im sorry samuel... lo amo
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