miércoles, 18 de marzo de 2009

Corazón de piñata


Siempre me gustaron las piñatas, creo que por varias razones. Primero lógicamente por los dulces, amaba la idea de poder atascarme de porquerías prohibidas en mi casa, mi mamá solo nos dejaba comer pulparindos, pelones y mazapanes porque eran los únicos dulces sin colorantes (claro que en casa de mi papá vivía a base de fruit rollups y con la boca permanentemente pintada de colores fosforescentes, pero de eso nadie se enteraba). En segundo lugar estaba el hecho de romper cualquier cosa a golpes, definitivamente agarrar a “La Sirenita” a palazos tenia un poder curativo y un potencial catártico muy importantes. En tercer lugar (y aquí me pongo intensa para variar) esta el hecho de que tal vez me identifico un poco con las piñatas. Por fuera soy durita, tengo mi chiste, prometo diversión (y casi siempre cumplo), y como las piñatas más tradicionales tengo varios picos, para que nadie se me acerque demasiado, para dejar claro que llegarme al centro es una labor de valientes. Durante un buen rato el disfraz de piñata me quedo perfecto, hasta el buen día en que alguien me agarro a palazos. En este punto hay que decir que los palazos no fueron de furia, fueron golpes de emoción. No sé muy bien como pasó, pero llegó el momento en que el amor en todos sus matices me empezó a pegar con ese estilo mareado de los niños a quienes se les dan 10 vueltas antes de dejarlos buscar la piñata a golpes ciegos que abanican el aire. Obviamente sentí dolor y un miedo terrible, sabía que eventualmente un palazo bien dado me rompería… pero con todo y pánico estaba feliz… había un sentido de realización en el hecho de que el amor se ensañara en cuartearme, a fin de cuentas a eso venimos los de corazón de piñata, a que nos lo rompan. Cuando por fin me partí en más pedazos de los que me hubiera gustado, pasó lo que siempre pasa cuando se rompe una coraza (¿o será un corazón?)… quedó libre la parte que tanto se protegía, la cual (oh sorpresa) resultó ya no necesitar nigun tipo de armadura... salieron de mi todo tipo de curiosidades: sentimientos suavecitos de chocolate derretido al sol de medio día, recuerdos de paleta de los que te encaprichas en chupar porque siempre son dulces, rencores de chicle que después de un rato pierden su sabor y terminas masticando sólo por inercia, deseos picositos como polvos de Miguelito, instintos tan naturales como las mandarinas de posada, afectos pegajosos como gomitas y kilos del más puro amor de caña de azúcar, amor fibroso, empalagoso, a veces difícil de comer, pero que a fin de cuentas es el más sano y más dulce de los premios de mi corazón de piñata.


Ayer me regalaron una piñata… no he querido romperla, no tengo prisa, últimamente he comido muchos dulces.

4 comentarios:

Diana dijo...

de que es tu corazón piñata, de papel o de barro?

sushi dijo...

es de barro con picos y papel de colores por todos lados... ¿tu tendras corazón de piñata o de palo?

Y Von C dijo...

me parece muy lindo, muy cierto y de una forma metaforica casi perfecta, lindo en verdad, refleja esa postura de la efectividad tan complicada, este simbolismo del corazon de piñata, es una excelente analogia de quienes por voluntad propia sentimos esa sensibilidad ante las cosas del corazon.

MAF eres una narradora estupenda!!! me emociona leerte!!

María J. Plaza dijo...

Corazón de piñata, qué bonito! El mío también lo es, y vengo exhibiéndolo de vez en cuando, pero parece ser que no es la época en Berlín... disfruta tu empalago... nunca puede ser demasiado dulce! xx